viernes, 1 de abril de 2011

Downton Abbey cap.5


Nueva demostración de que ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos.
Genial! Desgranemos.
Aunque solo nos ha servido para saber eso, porque este martes poquita cosa trascendental ha pasado (aunque algo hay). 

Bueno ahí siguen la señorita y la criada en la búsqueda de empleo, y por supuesto, decepción al canto, que la chica no respondía al perfil… andaaa!! Qué casualidad allá por los años 10 del siglo pasado estaban las cosas igual que ahora. Por cierto, que el año que viene hará un siglo que se hundió el Titanic, ¡señores armadores! (o a quien corresponda) ¡esos barcos! Os queda un año para asegurarlos… y no quiero ver ni un bote salvavidas de menos, que nos conocemos…

Siguamos con lo que nos pertoca. Está claro que van a por nuestro querido cojo, pobrecito, te hacen pasar un rato malo pensando que vaya a ser acusado de un delito que no ha cometido, menos mal, que tiene a la más lista de las doncellas a su lado, para hurdirle los planes que a él no se le ocurren, aunque, pobrecita ella también, le ha declarado su amor, y él, no solo, le ha dicho que no es un hombre libre sino que encima hay algo más y se queda tan ancho ¿y qué será? ¿qué secreto escondes? Ayy no se me ocurre, guay guay

Y la pobre Daisy no solo va a cargar con una encargada/jefa de cocina que se está quedando ciega sino, que ahora ha resultado ser la chivata del “asesinato” del turco. ¿Será la fea capaz de culpar a su propia hermana? Desde luego que una pequeña venganza se merece porque lady Mary no puede ser más altiva, prepontente, presumida, caprichosa, arrogante, creída y todo lo tiene. Pero, tanto como para acusarla de la muerte del turco, no se merece la muchacha.

Me he dejado para la última a mi estimada Violet (vayolet para nosotros) esa vieja malencarada, y soberbia, que me encanta.
Lo cierto, es que su historia era la que daba título al episodio pero, desde luego es la menos trascendental de todas. Va sobre el concurso de flores del pueblo, en el que siempre ganaba el jardinero de ésta, pero, en esta ocasión, y en un alarde de humanidad… le concede, el premio a quien, justamente se lo merecía, un hombre del pueblo que dedicaba su tiempo libre a cultivar nuevas rosas, y lo más importante, es que se lo habían concedido a ella, como cada año, ¿no es un encanto?
Gracias por dejarme ganar.
Es un juez quien decide, no yo, pero muy bien hecho.

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